UA-67133534-1 Livesmiling.: Escucha a tu león.

11 de febrero de 2013

Escucha a tu león.

El rugido de un león puede escucharse a 8 kilómetros de distancia.

Yo estaba en mi hogar, jugueteando en mi nido tranquilamente, revoloteando en lo que yo creía que era mi mundo. Todo estaba perfectamente establecido, las hojas caían y empezaba a hacer frío cuando de repente lo escuché.
Nunca había escuchado nada igual, supongo que por eso sentí mucho miedo, porque esto no estaba dentro de lo estrictamente previsto.

Todos los días me levantaba, iba a mis clases de vuelo y allí había todo tipo de instructores. Unos me caían mejor y otros peor, unos te daban medios para que perfeccionaras tu vuelo y otros sin embargo te hablaban de lo peligroso que era volar demasiado alto.
Pero nadie me había hablado jamás de este sonido. Como un grito que te desgarra, un grito que se mete en tu interior, un grito que era capaz de romper con lo establecido.

¿Cuál era su origen?

Intenté seguir con mi rutina pero algo había cambiado dentro de mí.
Volar alrededor del árbol ya no me era suficiente. No saber qué era ese sonido, ni cuál era su procedencia me carcomía, tanto, que empecé a preguntar a los que me rodeaban.
Volví a oír a hablar de peligros, del fracaso que supondría esta búsqueda de respuestas, pero había algo en sus miradas que me hacía dudar de la veracidad de lo que me contaban.

Una noche en la que dormía junto a mi familia en lo que yo consideraba el mundo, el sonido me despertó en sueños.
Fue entonces, al abrir los ojos, cuando pude distinguir la sombra perfilada por la Luna del ave más maravilloso del bosque.


Recordaba esas pluma aunque hacía varios años ya que no las veía. Los búhos eran los más ancianos y sabios del bosque, los que nos veían crecer y nos protegían en largas noches de vigilia.
Decidí abandonar mi nido y volar hasta su rama. El búho me habló de mundos y formas nuevas de vivir. Animales que galopaban, otros que nadaban, reptaban o caminaban. No fue hasta que vi cómo despuntaban los primeros rayos de sol, cuando oí hablar de él.
Ese animal de garras fuertes y jóvenes, una boca feroz llena de afilados dientes y un rugido capaz dehacerse oír en lugares lejanos.

¿Podía ser eso lo que buscaba? Y si era así, ¿qué tenía que ver conmigo que me removía por dentro?

De repente el búho abrió las alas y me atrapó con sus garras subiendo mucho más alto de lo que jamás había volado.
Miré a mi alrededor, todos esos mundos de los que hablaba rodeando ese pequeño bosque que yo consideraba mi mundo. Allí estaban, seduciendo mi mirada y enamorando mis alas. Entonces me di cuenta de que éstas estaban abiertas y se movían, que ningún búho me sujetaba ya, porque en realidad, ya no lo necesitaba. ¿De verdad había estado a mi lado esta noche el búho, o solo me había devuelto el recuerdo de quién era y qué quería?
Ya tenía mi respuesta. Yo quería conocer a ese ser capaz de hacerme escuchar, cambiar mi rutina, mi mundo.

Al amanecer inicié mi camino, me daba miedo volar alto por si la caída dolía o lastimaba mis alas. Los pájaros del bosque comenzaron a interponerse en mi camino intentando frenar mi avance y devolverme a la seguridad de mi hogar.
Cansada de esquivar árboles y pájaros, me obligué a elevar el vuelo. Descubrí que no existía tanta distancia entre mi bosque y los otros mundos, solo había que aprender los trucos que te da la vida para mover mejor tus alas, aprovechando el viento, volando bajo el abrigo de la Luna y parando a descansar bajo el cobijo de los árboles.
Pero, como en todos los caminos, existen momentos de debilidad.

¿Llegaré a mi meta?
¿Habré salido de mi mundo por algo que merece la pena?

Ensimismada entre contradicciones y la luz anaranjada del atardecer, le vi.
Allí estaba, mirando el horizonte sereno, como si se sintiera capaz de alargar la zarpa y atrapar el sol.
Sin miedo a quemarse o a fracasar en el intento. Sin límites.

Sentía mis alas inmovilizadas, admirando su firmeza y serenidad. ¿Podría algún día un insignificante pájaro como yo ser como él?
Sin querer, me interpuse entre el sol y su mirada. Me miró. Ese magnifico ser, me estaba mirando a mí.
¿Qué pasa cuando consigues atraer la atención de león?
¿Puede existir alguna conexión entre un león y un pájaro?

Entonces, mirándome, el león rugió, recordándome que por mucho que él pudiera hacerme escuchar y tocar lo que verdaderamente llevaba dentro, jamás tendría alas para acompañar mi vuelo.





Sapere Aude.


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