UA-67133534-1 Livesmiling.: mayo 2017

24 de mayo de 2017

Que quiero ser.

No quiero que me hables de un nosotros.
Eres tú, soy yo.

Que a mí nunca me gustó hablar de eres mío o soy tuya, porque para qué engañarnos, si somos nuestros, antes que de alguien más. Y cómo quieres disfrutar de un camino junto a alguien, si estás intentando arrebatarle a sí mismo su posesión más grande. Porque dime qué hay más importante que ser de uno mismo, amarse y ser quien quieres ser, sin mirar por las expectativas de unos ojos que dicen quererte, mientras te piden que seas alguien más.

Que quiero ser, junto a quien eres tú...

No quiero que pises mis huellas, pudiendo dibujar las tuyas en la arena. Que nunca me digas te quiero porque no quiero que me quieras de ninguna forma más de la que yo soy. Que quiero apoyar tus ambiciones y que me apoyes en las mías, aunque eso signifique alejarse. Que no quiero que me esperes, porque yo sé lo que es, y es mejor no esperar nada de nadie. Que lo que sale, sale. Deja que fluya, deja que fluya en tus piernas, en tus labios, en tu espalda, todo, menos lágrimas en tus mejillas. No dejes que te arrebate.

Que quiero ser, junto a quien eres tú...

Y que nunca la respuesta sea no, y que nos vistamos de verde, que nos entren ganas de bebérnoslo todo, hasta las copas de los árboles, que ser feliz es gratis y que nunca se nos olvide a qué huele la Luna.

Que no hay nada como sentir a alguien siendo suyo, siendo tan suyo, que elija ser junto a quien eres tú.


11 de mayo de 2017

Chico de los atardeceres.

Querido chico de los atardeceres. 

De las pocas palabras y los muchos recuerdos. De aquellos maleteros que se convertían en habitaciones, de los que caía el sol y encendía  la mirada. 
Alúmbrame. 
Alumbra aquello que oscureció sin darnos cuenta. Aquellos miradores que nos añoran, aquellas cervezas que ya nadie derrama. Aquellos océanos que te impresionaban mientras yo nadaba en el azul tus ojos. Aquellos secretos que sólo tú sabes. Esas risas que arrugaban nuestros ojos dejando marcas de momentos felices. Y ojalá esas fueran las únicas  marcas que dejamos, en una piel que no se ve.
Dónde se escondió tu alma mientras la mía la buscaba a gritos. Queriendo abrazarla y amoldar sus brazos para que sintieras casa en ellos. Dime qué le ocurrió a tu mirada, que de perderme en ella, pasó a no verme. Dime qué le ocurrió a esas palabras, que de hablar de Águilas, pasamos a reprocharnos.

Querido chico de los atardeceres, al fin... llegó la noche.