UA-67133534-1 Livesmiling.: 2013

11 de septiembre de 2013

Rosa negra.

Pensar que alguien es lo más bonito que has tenido no te hace más débil que cuando estabas solo.
Porque se lleva mucho éso de decir que las personas deben brillar por sí solas o ser felices sin nadie a su lado. Que podemos sentirnos plenos encontrando una vocación o un empleo.
Pero la felicidad que nos dan las cosas como un libro, una canción, el campo, el mar... las cosas bellas...
Creo que es irremplazable.
Ojalá nunca dejemos de ser cosas bonitas que llegan a las bellas vidas de otras personas.
Y ojalá esas bellas vidas nunca dejen de encontrarnos.
Que dicen que de cada mil rosas puedes encontrar una negra.
No dejes de ser la rosa negra en el vida de alguien.

14 de junio de 2013

Esperar.

Nos pasamos la vida esperando a que llegue el mañana. Deseosos de viernes, el verano, ese amor que nunca llega, la navidad, ese puente deseado, la fiesta del año...
¿Qué pasa con hoy? El ahora, lo que eres ahora mismo, mientras pierdes el tiempo en leer esta mierda.Tu vida está pasando y estás ahí, pasmado, delante de la pantallita con cara seria y quedándote más ciego cada día por leer esta mierda de letra pequeña. 
¿Has probado a soñar? 
Dime, ¿cuáles son tus sueños?, destápalos y ve a cumplirlos. Porque al fin y al cabo, vida hay una. Es tuya, tú decides sobre ella, y nadie, nadie debería poder decirte qué haces o echarte en cara nada, porque es tuya y por más que te digan tú sabes perfectamente cuándo te equivocas. 


Nadie debería poder decirte eres feo, fea, gordo, gorda, puta, maricón, guarra o cabrón, porque duele mucho... que puedes hacer sonreír a una persona mil y una vez, pero... equivócate una sola vez, que ya tendrá un motivo para aferrarse a ello, olvidar todo lo que pasasteis, decir que fue todo mentira, odiarte por ese motivo y creerse superior a ti por el simple hecho de tener un puto motivo para reírse de ti.


¿Te han partido el corazón? Puf... dime dónde está el corazón. 
Te has preguntado alguna vez si a alguien se lo han roto antes... puede que no queden trocitos que arreglar, claro, cada uno nos centramos en nuestro dolor.


Pero bueno, volvamos a lo principal. Nos pasamos la vida esperando que llegue el mañana. ¿Qué esperas del mañana? Y si mañana fuera tu último día, ¿te alegrarías de pasarlo esperando ese algo? 


Piensa diez cosas que te gustaría hacer antes, venga, coge bolígrafo y papel de una libreta de encima de tu mesa. Escríbelo, piensa, puede que te sea difícil llegar a diez o por el contrario te falte hueco. Guárdalo, llévalo en la cartera siempre, intenta cumplirlos cada día. 


¿Has sido feliz? Pregúntate cuándo y cómo y no porqué estás así ahora. Las cosas no vuelven nunca, pero pueden volver a dar felicidad siempre que no abuses de ellas. Las cosas sencillas, como los principios, fueron siempre mas bonitos y reales que todo lo demás.


De pequeña todo se solucionaba de una manera fácil y sencilla. Una herida se aliviaba con una tirita de elefantes, la soledad la arreglabas con un ¿quieres ser mi amiga?, ni si quiera sabíamos qué era el dolor si teníamos un buen juego entre manos, era como si... una burbuja nos rodease y nos alejase de la pena o de las cosas que hacían daño. 


Pero conforme crezco, ya no puedo decir que una tirita pueda curar todas mis heridas. Porque las heridas que más me duelen están más profundas de lo que jamás una tirita podría llegar a tocar, ahora puedo sentirme sola en una habitación llena de gente y triste después de haber jugado a vivir.


Inocente de mí que creía que conforme creciese podría tener más y ser más libre que nunca, cuando es de pequeño cuando más libre se es. Hay veces, que las cosas, simplemente no son como esperamos.


Sólo hay que aprender a ver con los ojos del que mira...

Que no hay nada más bonito que un principio señores, real y puro.

24 de febrero de 2013

El lobo y su Luna.

Abrió los ojos. 
La pálida luz que la Luna brindaba a la noche se metía en su habitación reflejándose en su mirada.

Lo había oído. El leve crugir de la puerta había delatado su visita.
Oyó sus pisadas acercándose a su castillo, apartando una sábana que prometió protegerla.

Sintió cómo su cuerpo se abría paso hasta ella, marcando su hombría en su muslo.
Sus enormes manos comenzaron acariciando su pelo, enredándose mientras un sinfín de susurros compraban el silencio de la noche.

Liberando el broche de su espalda con soltura delató experiencia de otras noches sin Luna.
Atrapándola en sus garras, manejó su cuerpo al antojo sin esfuerzo y ya desnuda bajo su boca, se deslizó por sus labios, bajando por su cuello hasta sus aureolas rosadas, mientras sus manos exploraban el vaivén de su cintura.

Su hombría marcaba sus movimientos cada vez más ansiosos. Buscando el placer en las perfectas e inexpertas curvas de su Luna, bajando su boca hasta el desvío de sus piernas, sujetándose entre sus dedos para no perderse.

Ella, aún con el pálido reflejo en una mirada asustada, no gemía, temblaba.
Pues una niña de 8 primaveras y 3.650 Lunas no era suficiente ante el cuerpo de ese hombre de 21 inviernos y 7.300 noches sin Luna.

Porque existen límites, como un lobo aullando por alcanzar su Luna, que no deberían alcanzarse jamás.


16 de febrero de 2013

El camino correcto.

There is a step in our lifes where we realise the small we are, the insignificant meaning of our existence. We see how the life plays with us, like society believes we are pieces in his game, that we belong to them...


¿Por qué el silencio es ruidoso para el que está callado? ¿No has pensado por un momento, que el propio silencio se queje de su sumisión?
Si lo has pensado, entonces grita, corre, haz ruido. Qué más da si te equivocas al dar un paso si sabes que en el momento en el que lo diste era lo que querías, que no te obligaron a estar callado, quieto.

De pequeños, sentados en el coche mirando a través de un cristal, veíamos a la luna perseguirnos. ¿Cuándo fue la última vez que miraste a la luna en un viaje?
Tumbados en la playa una noche cualquiera podíamos contemplar el cielo en su infinita plenitud, alargar el brazo y creer que podríamos tocar una estrella.
Otras veces corríamos por el pasillo a oscuras por pensar que alguien estaba detrás, mirando nuestra espalda.
Por la noche escuchar un cuento podía marcar la diferencia entre el sueño o la vigilia.

Pero llega un día en que dejas de creer en cuentos y te empiezan a hablar de historias. Esas historias que entre líneas esconden cualquier verdad.
Y es justo ese momento en el que empiezas a conocerte. A plantearte quién eres tú.
Pero sobra decir que nunca se termina de conocer. Y puede que esa sea la condena del ser humano.

Somos seres esclavos de la curiosidad, y como tales, siempre pensamos: ¿qué habría pasado si...?
Debo decirte que a lo largo de tu vida vas a dejar miles de veces esa pregunta sin respuesta, sin embargo, habrá infinitas ocasiones en las que no. El truco para decidir entre qué preguntas has de responder, es saber qué es lo que de verdad quieres en este momento. Da igual lo que puedas pensar esta tarde o mañana. Lo que de verdad cuenta es que ahora quieres, que mañana recordarás lo que ayer querías.
Es cierto, no vas a poder coger varios caminos a la vez y eso te da miedo. Miedo a pensar que el otro camino habría estado rodeado de tus flores favoritas o que te hubieras tropezado con el amor de tu vida pero... ¿y si no es así?


Es difícil escoger el camino correcto.
Si lo pensáis todo el mundo a la hora de dar un consejo suele decir esta frase, pero tal vez se equivocan. Y digo tal vez porque no siempre llevaré razón, pero, ¿no tenéis esa sensación de siempre estar en el camino y sitio equivocados?

En mi opinión, el camino correcto no existe. La vida es un conjunto de caminos incorrectos, explícame si no para qué sirve la tristeza y la alegría.

Si todo fuera perfección, jamás estaríamos tristes, y de no estarlo nunca, ¿cómo sabríamos qué es la alegría? Todo sería monótono, tristemente homogéneo.

Tal vez por eso adoro mi vida, porque es sencillamente imperfecta.


No importa si te equivocas si has aprendido, cada equivocación te hará crecer. Mira hacia atrás y lo único que verás será a una persona más pequeña que la que puedes ver si alargas la mirada al horizonte.
Que lo importante es amar lo que haces y no que puedas equivocarte al elegir.

Con esto no quiero decir que salgas a hacer lo que quieras o que pongas por bandera lo que tú consideras que está bien. Recuerda siempre que, para que algo sea hermoso, ha de tener límites.


14 de febrero de 2013

Con alma y corazón.


¿Sabíais que las enfermedades cardíacas mortales afectan a más mujeres que a hombres? ¿Quién iba a saber eso...? Porque, al fin y al cabo, ¿a quién le importa?

Ella era una granadina normal en un 15 de mayo normal.

Esa mañana se había levantado, vestido e ido al colegio. Como era un día normal, llegó a clase y empezó a hablar con sus amigas de los quehaceres del día. El tema que más les inquietaba esa mañana era la prueba final de velocidad en educación física. Ella, como es normal, también estaba inquieta.

-Estoy nerviosa chicas, ya sabéis cómo es Leonardo de exigente para estas pruebas. Ni que su asignatura fuera la más importante...

-Alma, vas a atletismo, a natación,  baloncesto... ¿De verdad te pone esto nerviosa?

-Pero Alma, ¡si tienes la mejor marca del curso después de Jose!

Sí, era cierto. Él tenía la mejor marca, pero eso era justo lo que más me preocupaba. Los días de clase normal cada uno tenía  gimnasia a una hora distinta, pero para las pruebas finales, reunían a todo el curso para agilizar el examen. Puede que en un día normal, él no se percatara de mi existencia, pero cuando me toque correr hoy, sus ojos verdes se centrarán en mí.

Finalmente, no parecía un día tan normal.

Casi había llegado mi número en la lista cuando volvió a sonar el megáfono.

-¡Número 14!

Allí estaba él, tan guapo y sencillo como siempre. Se agachó a la espera del sonido del silbato. Parecía saber el momento justo en el que éste sonaría ya que salió tan coordinado al pitido como las agujas de un reloj de cuerda.

-¡Número 15!

Era el momento. Fui hacia las marcas y me agaché para ponerme en posición. Entonces vi sus ojos clavados en mí. Mi corazón se aceleró. De repente sonó el silbato y salí disparada como un pájaro al iniciar el vuelo.

Cuando corro nada importa. Sentir mi cuerpo trabajar, la sangre en mis venas palpitando y oír los latidos de mi corazón. Fue así, oyendo mi corazón palpitar, cuando caí al suelo y todo se volvió oscuro.

                                        *                                        *                                       *

¿Alguna vez habéis tenido un sueño que alcanzar? Yo soñaba con dejar huella haciendo lo que mejor sabía hacer, escribir. Servir de ejemplo para otros niños con sueños, como otras personas que lo consiguieron y fueron ejemplos para mí.

Pero llega un día en que te das cuenta de que siempre te despiertas en la mejor parte del sueño, porque al fin y al cabo son eso, sueños.
Entonces abrí los ojos.
Estaba rodeada de mi familia, una aguja se metía en la vena de mi brazo y un aparato en la nariz me ayudaba a respirar.

-¿Qué ha pasado?

Entonces todos se volvieron. Mi hermana llorando sin parar tuvo que salir con mi padre al pasillo del hospital y fue mi abuela con esa mirada siempre tranquila la que se acercó a mi cama y me dio un beso en la mejilla.

-Te desmayaste hace tres días cariño.

-Recuerdo estar corriendo en la prueba de gimnasia pero después todo está muy confuso. ¿Qué me ha pasado abuela?

Toc-toc. Giré la cabeza hacia la puerta y vi al doctor con intención de entrar pero con miedo de interrumpir una conversación importante, lo que resolvió mi abuela invitándole a entrar.

-Pase doctor.

-Gracias. Muy buenas tardes Alma, mi nombre es Óscar y soy el doctor que te atendió cuando llegaste al hospital.

Su mirada, la había visto antes.

-Te sentirás desconcertada y es normal después de tres días.

Fue en ese momento cuando leí la chapa que colgaba de su bata blanca: Óscar Márquez.  De repente me acordé. Tenían el mismo apellido. Esos ojos eran los de él. Ese doctor era el padre de Jose.
La máquina que estaba a mi lado aceleró el pitido que había sido tranquilo hasta entonces. Me costaba respirar y empecé a ahogarme.

-Eh, Alma, tranquila -dijo el doctor mientras apretaba un botón que liberó algo en la sangre que
tranquilizó mis pulsaciones de nuevo - tienes que intentar no alterarte, tu corazón está muy débil.

-¿Mi corazón?

-Sí, padeces la llamada Anomalía de Ebstein.

-¿Es tan malo como suena?

-La Anomalía de Ebstein es una enfermedad del corazón que provoca una deficiencia en el riego sanguíneo, que, en el caso de no ser muy grave, no se detecta, pero que puede empeorar con el paso del años hasta pasar lo que te ha pasado a ti. Es un caso especial el tuyo, ya que suele manifestar sus síntomas a edades muy tempranas y sin embargo tú ya tienes 17 años, por lo que las consecuencias para tu corazón han sido también desastrosas, te hemos puesto en lista de espera para hacerte un transplante de corazón.

Fue en este día normal, en el que me había despertado e ido al colegio como hacía normalmente cuando dejé de ser una chica normal.

A partir de aquel día empezó a importarme que las enfermedades cardíacas afectaran más a mujeres que a hombres, que España es el primer país en donantes de órganos, que el grupo de sangre más raro es AB- y que mi nombre, Alma del Real Ferrer, subía o ascendía en una lista interminable. Los sueños que tanto me habían importado hasta entonces pasaron a un segundo plano y mi adolescencia se fugó como gato en un callejón oscuro.

Todos mis amigos me visitaron, e incluso Jose pasaba a verme de vez en cuando y resultó que sí que sabía mi nombre. Al cabo de una semana, cuando todo volvió a relajarse y las visitas disminuyeron, mi abuela me preguntó:

-Ese chico alto de ojos verdes te gusta, ¿verdad, pequeña?

-¿Tan evidente es abuela?

-No. Pero a los ojos de una abuela que te ha visto crecer, tal vez sea más fácil de descubrir.

-Jaja, sí, tienes razón, pero no debería de sentir nada por él. No está bien.

-¿Por qué no?

-No sé. La única verdad que tengo presente es que nunca se enamorará de mí.

-Cariño, tienes que ser paciente en el tema del amor, la única verdad está en el corazón.

-¿Y qué pasa cuando el corazón te falla?

Mi abuela se calló y nunca más volvió a hablarme de ser paciente ni de cosas a largo plazo.
Pasaron dos meses hasta que un día que andaba por la habitación entró mi madre con ojos vidriosos.

-Alma ha llegado tu corazón.

Empecé a sentir un fuerte dolor en el pecho y a marearme. Lo último que vi antes de caer al suelo fue a mi abuela con los ojos cerrados en una camilla empujada por enfermeros.

Todo fue muy confuso. Estaba en quirófano y vi a mi abuela a mi lado en una camilla pálida e inmóvil. Oí a la anestesista diciéndo que me despertaría aturdida, que vería una pared blanca y que contara de diez hasta cero. Justo antes de llegar a cero escuché al doctor hablar.

-Aunque la noticia del ictus cerebral haya sido desastrosa para todos, es una suerte que la abuela sea compatible con Alma.

Entonces me sumí en el sueño más profundo de mi vida.

                     *                                                 *                                                  *

Pu-pum.

Me dijeron que lo primero que vería al despertar sería una pared blanca, pero yo la estaba viendo a ella.
Su mirada despedía serenidad y era capaz de tranquilizar los ojos de esa niña que la miraba.

La vida parada a mi alrededor y sin embargo las manecillas del reloj que colgaba de su cuello seguían girando... Pero nos pasa que nos acostumbramos a ello, a ver las vida pasar, nos educan para eso, para acostumbrarnos a lo que hay. Pero a ella eso no le molestaba, siempre que tuviera tiempo para estar con su nieta.

Pu-pum.

La pequeña estaba sentada en sus piernas y cogió su reloj. Comenzó a balancearlo delante de los ojos bien abiertos.

"Abuela cuando me hipnotice pregúntame cómo seré de mayor, ¿vale?"

Ella se rió, pero sus ojos denotaban cierta añoranza. Ver en ese cuerpecito lo que ella fue y saber que esa niñita quería saber lo que sería, cuando podía descubrirlo sólo con devolverle la mirada.

"Pero niña, ¿no prefieres esperar a descubrirlo?"

"¡Es que yo quiero saberlo ya!"

Al cabo de una hora con el vaivén del reloj la pequeña empezó a ponerse triste porque no funcionaba, decepcionada, soltó el reloj.
Porque al fin y al cabo, la vida es eso, decepciones de las que se van aprendiendo. Y aunque ella aún era muy pequeña para darse cuenta, eso sería lo que derrumbaría su castillo de inocencia para levantar las murallas que algunos llaman madurez.

Pu-pum.

Entonces la mujer se levantó y volvió con un rosario de cuentas negras y se lo puso en las manos a la niña.

"Cuando pidas un deseo tienes que rezar a Jesús para que él lo cumpla por ti."

La niña ilusionada, cogió aquel collar de perlas y lo observó pensativa. Luego levantó la cabecita y la miró.

"¿Deseo que Jesús me diga cómo seré de mayor?"

"Pero hija, ese no es un buen deseo. Es tu futuro, ya lo descubrirás, todo llega. Y estoy segura de que el tuyo será precioso."

La niña volvió a mirar el rosario.

"Abuela."

"Dime preciosa."

Entonces la miró a los ojos.

"¿Me prometes una cosa?"

"Lo que tú me pidas mi vida."

"Tú nunca te vas a morir ¿verdad?"

"Pero cariño, yo algún día tendré que ir a ver a mi madre, ¿no crees?"

"Bueno, podemos ir juntas a verla y después volver. De todas formas, ya no puedes hacer nada, se lo voy a pedir como un deseo a Jesús."

Pu-pum.

Recuerdo que mi abuela siempre me animaba a conseguir todo lo que quería. Recuerdo que mi abuela rezó conmigo aquella noche y sobre todo recuerdo que me prometió estar siempre junto a mí.

Entonces entendí que ese recuerdo de mi infancia con mi abuela me hablaba y me decía que era verdad, que ahora mi abuela siempre estaría junto a mí en cada palpitar.

Pu-pum.


Mirar de frente.


                       “Solidarios hoy, pues todos seremos ellos mañana.”

Bip. Bip.

-Por fin. Ha tardado dos días en contestar – comentó Adrián a su compañero, mientras miraba la blackberry por debajo del pupitre.

-Algún día te quitarán la BB, deberías bajarle el volumen – contestó Carlos, siempre atento a la explicación de la profesora.

-Aunque lo oigan creerán que es un reloj, me he descargado ese tono específicamente.

-Adri, estamos con las derivadas, deberías atender…

Pero Adri ya no escuchaba a su compañero, Alejandra le había escrito y era lo único que le importaba en ese momento.
Él era el típico pasota en clase que fumaba un cigarro a la salida para que todos sus “colegas” apreciasen su hombría, su gran concepto de hombría…

Ese viernes había salido al pub con sus amigos para emborracharse.
Entonces vio a una chica sentada en uno de los sillones del local. Despedía elegancia en cada gesto, y llevaba un vestido blanco roto con detalles en negro.
Decidió acercarse a ella y hablarle.
Se hizo el interesante, incluso fingió ser un buen estudiante. Quería algo con ella y aquel viernes no lo había conseguido, eso despertó el deseo del chico.
Cuando llegó a su casa le escribió: “Se me ha olvidado decirte que ibas preciosa.”
Llevaba dos días esperando alguna señal. Esa chica no era como las que le rodeaban. Alejandra se hacía valer.
“Y a mí se me ha olvidado decirte, que sé quién eres realmente y que no sé por qué intentaste mentirme. Si te avergüenzas de ti mismo deberías plantearte cambiar.”

¡Qué mal! Había mucha gente en el pub y seguro que alguien le había reconocido. Tantas peleas en el Albaicín y ganarse el respeto en Granada, le estaba pasando factura.

-Señor Ruíz -  de repente Adri despertó de su ensimismamiento para darse cuenta de que la profesora de matemáticas le miraba -  Es la tercera vez que le llamo. Haga el favor de atender a  lo que la directora viene a decirnos.

Había entrado la directora y ni siquiera se había dado cuenta…

-Vengo a deciros que el colegio ha comenzado una nueva actividad OBLIGATORIA – dijo alzando la voz – que necesitaréis  para aprobar la asignatura de proyecto integrado. Consistirá en ir a ayudar a personas de realidades y generaciones distintas a la nuestra. Los grupos serán asignados por los profesores, no se admitirán quejas.

                                                            *      *       *

Martes.

 Allí estaba él, en el barrio de Almanjáyar,  alrededor de una mesa camilla viendo cómo una anciana contaba lo poco que recordaba de su vida, la cual, si mal no recordaba, se llamaba Dora.
Le había tocado el grupo de las “empollonas”. Jamás había hablado con ellas, la situación estaba siendo incómoda, y ahora tendría que estar todos los martes con ellas.

Proyecto le parecía una asignatura inútil…, pero hacía media.
Al lado había un piso de menores, en el que los niños que no tenían un ambiente adecuado para concentrarse iban allí a estudiar. Hubiera preferido que le tocase esa realidad, al menos sería más entretenido.

Por fin acabó la hora y salió disparado de aquel lugar.
Aquel era un barrio problemático, incluso vio cómo la policía registraba a unos niños que no tendrían más de 12 años. Nada se parecía a lo que él vivía cada día.
Chocó y alguien cayó al suelo, pero no se paró a mirar, simplemente dijo perdón en voz alta y siguió su camino.

-Debí suponerlo – oyó detrás de él – Creerás que aquí la gente es así como eres tú, pero estás muy equivocado, hasta tú destacas entre los niños más problemáticos del barrio por tu mala educación.

Su voz. Era ella. Se giró y la vio allí en el suelo, sin maquillaje ni vestidos. Era guapa, realmente guapa.
Pero entonces recordó que ya sabía que le había mentido esa noche. Necesitaba guardar las apariencias por si esa chica decidía contar algo y sus amigos se enteraban que se estaba ablandando con ella.

-Llevaba prisa – dijo, sin acercarse a ayudarla a levantarse.

- A veces me pregunto cómo es tu vida fuera de tu caparazón de niño malo.

No le gustaba pensar en ello… Su madre era profesora y quería ver en él a un niño ejemplar del que presumir. Su padre casi siempre estaba trabajando y, cuando volvía solo se preocupaba de preguntarme si había estudiado. Eso a él, le molestaba, quería que le dejasen en paz.

-Eso a ti no te importa - dijo Adri con desdén.

-Lo suponía… ¿Me acompañas a aquel portal? – dijo Alejandra señalando al edificio de donde Adri venía.

Dudó. Estaba cansado pero, ¿qué podía hacer si no?

-Vale.

-Y se suponía que tenía prisa… -  murmuró Alejandra.

Entraron en el piso de menores que había en frente de la casa de Dora.
Todos los niños corrieron a abrazar a Alejandra, era increíble el cariño que mostraban aquellos gitanillos. Su hermano pequeño siempre estaba con el portátil y mucho era si levantaba la cabeza a saludarte.
Al cabo de cinco minutos, después de contarle las anécdotas del día, los niños volvieron a sus quehaceres menos una, que aún agarraba la mano de ella.

-Hola Elo – dijo con una sonrisa Alejandra.

-Maestra, hoy solo tengo que hacer mates – dijo. Tendría unos once años y tenía una pierna ortopédica.

Sonreía, una enorme y preciosa sonrisa. Era feliz, tal vez aquella niña era más feliz que él aún en la situación que vivía.

Pensó cómo sería su vida sin una pierna. Bajó la mirada.

Supongo que todas las personas hacen eso. Bajan la mirada y siguen con su vida. Alejandra no. Ella miraba a la niña sin miedo, sin sentirse azorada por pensar que Elo jamás tendría la vida de los demás niños de su edad.

-Quiero que hables con alguien – dijo Alejandra mirándole directamente a los ojos. Su mirada era serena
pero firme. Se veía que era una chica madura y adelantada para su edad.

Entramos en una habitación en la que había un chico moreno con un libro abierto. Estaba tan concentrado que Alejandra tuvo que tocarle para que se diera cuenta de nuestra presencia.

-Hola Jonh, ¿qué tal? Este es mi amigo Adri, tiene 17 años como nosotros.

Entonces Jonh se levantó. Tenía mi edad, pero con sus rasgos parecía mucho más mayor;  era como si
la vida ya le hubiese enseñado mucho más de lo que debiera.

-Hola Alejandra, estoy bien, repasando para el examen de mañana.

-¡Qué bien! – no lo había dicho por decir, se alegraba de verdad de que aquel niño estuviese estudiando, se le veía en la cara. Adri lo hubiera dicho simplemente por cumplir – Jonh, ¿te acuerdas de lo que me contaste el primer día que vine?

-Claro.

-Necesito que le cuentes lo mismo a mi amigo Adri. Por favor.

Me miró. Era un chico serio, o más bien era un chico que sabía comportarse según la situación exigiese. Antes de que me diera tiempo a analizarle más comenzó a hablar.

-Supongo que tu vida se reduce a preocuparte por el “qué dirán” – al parecer él también se había fijado en mí. – Pero bueno, Alejandra no te ha traído hasta aquí para hablar de ti, sino de mí. Nací y vivo en Almanjáyar, mi madre murió cuando era pequeño. He crecido rodeado de gente que no estudia e incluso mi propia familia me incita a dejar de estudiar. Cuando presento mi curriculum tengo que cambiar mi dirección, porque si no lo hago ni lo miran. A pesar de todo, quiero salir de aquí y cambiar mi vida, lucho por algo más, algo como lo que tú tienes todos los días.

Bajé la mirada.

Me avergonzaba de mí mismo. Su madre había muerto, mientras yo me encontraba un
plato de comida preparado por la mía. Aquel chico luchaba por lo que yo había tenido toda la vida. Además, no solo los que leían curriculums tenían prejuicios, incluso yo los tenía con la gente de aquel barrio…
Salimos del piso y me encontré con la puerta de Dora.

Hacía tan solo una hora me había comportado como auténtico niñato. Admiraba a Alejandra, su capacidad de solidarizarse con los demás, por muy diferente que fueran a ella.
Toqué al timbre dispuesto a enmendar mi error.

Esta vez no bajé la mirada, miré de frente.


12 de febrero de 2013

Catorcedefebrero.

Admito que esta medianoche mi primer pensamiento lo he depositado en recordar que hoy vamos a vivir una fecha señalada para la economía del país.
14 de febrero.
Admito también que me hubiera gustado ver la luz parpadeando en el móvil impaciente porque un mensaje sea abierto. Pero no es así.

El amor no duele por el hecho de serlo, sino por depositar en él cosas que no llevan su nombre. Cosas como la esperanza en un día de San Valentín o el miedo al último día de una relación.
Y no niego que amar sea un sentimiento bonito. Pero es solo eso, un sentimiento. La felicidad, la pasión, el odio, el rencor... también son sentimientos, y no por eso dependemos de ellos. ¿Por qué hay personas que depende del amor de otras?
Como quien dice: "Nacimos solos". Y es verdad, nacimos siendo personas completas, con brazos, cabeza, cerebro, piernas... y un corazón. Y aún así, somos tan egoístas que queremos el de otra persona. No puedes pensar que tu mundo acabará porque otro corazón no sienta lo mismo por ti. Puede que tu mundo se nuble en un día de debilidad, pero no puedes parar tu vida.
Tienes que encontrar la forma de completarte como persona y no de cargar con el peso a alguien de no hacerte feliz, todo por el simple hecho de que un día te enamoraste de él o ella y ahora nada de lo que haga te conforma. También decimos que el amor ya no tiene el significado de antes y es cierto. Sin embargo ahora no nos quejamos del hecho de tener el televisor encendido sin mirarlo siquiera o tener un iPhone en nuestras manos, ¿sabéis por qué?
Porque es muy fácil acostumbrarse a lo que está bien, porque sentirse bien no duele.

Las mujeres suelen decir que quieren un amor de película Disney... pero en la televisión los programas que triunfan son Gandía Shore, Jersey Shore, Denigrante Shore...y si triunfan es gracias a nosotros. Que si no hubieramos visto Gran Hermano 1, antes de ayer no se habría estrenado la edición 14.
Que los hombres de hoy día llaman a todas las mujeres ligeras mientras que no les importa pasar una buena tarde en la calurosa compañía de RedTube.

Echar la culpa a la tecnología es la solución fácil, pero tenemos que recordar que somos nosotros los que decidimos el uso que hacemos de ella. Somos dueños de lo que tenemos y reitero: no tenemos por qué depender de nada. Que si nosotros mismos no sabemos hacernos felices cómo enseñaremos a otra persona a hacerlo.

Hoy en día mandamos un mensaje para dejar a una persona o dejamos de comportarnos igual para "allanar el camino". ¿Por qué nos da miedo hablar de sentimientos y sin embargo no dudamos en hablar de lo fulana que es mengana?

Desde luego este ya no es mundo para depender de un sentimiento llamado amor porque, al igual que los tiempos, su significado también ha cambiado.



 Sapere Aude.

11 de febrero de 2013

Escucha a tu león.

El rugido de un león puede escucharse a 8 kilómetros de distancia.

Yo estaba en mi hogar, jugueteando en mi nido tranquilamente, revoloteando en lo que yo creía que era mi mundo. Todo estaba perfectamente establecido, las hojas caían y empezaba a hacer frío cuando de repente lo escuché.
Nunca había escuchado nada igual, supongo que por eso sentí mucho miedo, porque esto no estaba dentro de lo estrictamente previsto.

Todos los días me levantaba, iba a mis clases de vuelo y allí había todo tipo de instructores. Unos me caían mejor y otros peor, unos te daban medios para que perfeccionaras tu vuelo y otros sin embargo te hablaban de lo peligroso que era volar demasiado alto.
Pero nadie me había hablado jamás de este sonido. Como un grito que te desgarra, un grito que se mete en tu interior, un grito que era capaz de romper con lo establecido.

¿Cuál era su origen?

Intenté seguir con mi rutina pero algo había cambiado dentro de mí.
Volar alrededor del árbol ya no me era suficiente. No saber qué era ese sonido, ni cuál era su procedencia me carcomía, tanto, que empecé a preguntar a los que me rodeaban.
Volví a oír a hablar de peligros, del fracaso que supondría esta búsqueda de respuestas, pero había algo en sus miradas que me hacía dudar de la veracidad de lo que me contaban.

Una noche en la que dormía junto a mi familia en lo que yo consideraba el mundo, el sonido me despertó en sueños.
Fue entonces, al abrir los ojos, cuando pude distinguir la sombra perfilada por la Luna del ave más maravilloso del bosque.


Recordaba esas pluma aunque hacía varios años ya que no las veía. Los búhos eran los más ancianos y sabios del bosque, los que nos veían crecer y nos protegían en largas noches de vigilia.
Decidí abandonar mi nido y volar hasta su rama. El búho me habló de mundos y formas nuevas de vivir. Animales que galopaban, otros que nadaban, reptaban o caminaban. No fue hasta que vi cómo despuntaban los primeros rayos de sol, cuando oí hablar de él.
Ese animal de garras fuertes y jóvenes, una boca feroz llena de afilados dientes y un rugido capaz dehacerse oír en lugares lejanos.

¿Podía ser eso lo que buscaba? Y si era así, ¿qué tenía que ver conmigo que me removía por dentro?

De repente el búho abrió las alas y me atrapó con sus garras subiendo mucho más alto de lo que jamás había volado.
Miré a mi alrededor, todos esos mundos de los que hablaba rodeando ese pequeño bosque que yo consideraba mi mundo. Allí estaban, seduciendo mi mirada y enamorando mis alas. Entonces me di cuenta de que éstas estaban abiertas y se movían, que ningún búho me sujetaba ya, porque en realidad, ya no lo necesitaba. ¿De verdad había estado a mi lado esta noche el búho, o solo me había devuelto el recuerdo de quién era y qué quería?
Ya tenía mi respuesta. Yo quería conocer a ese ser capaz de hacerme escuchar, cambiar mi rutina, mi mundo.

Al amanecer inicié mi camino, me daba miedo volar alto por si la caída dolía o lastimaba mis alas. Los pájaros del bosque comenzaron a interponerse en mi camino intentando frenar mi avance y devolverme a la seguridad de mi hogar.
Cansada de esquivar árboles y pájaros, me obligué a elevar el vuelo. Descubrí que no existía tanta distancia entre mi bosque y los otros mundos, solo había que aprender los trucos que te da la vida para mover mejor tus alas, aprovechando el viento, volando bajo el abrigo de la Luna y parando a descansar bajo el cobijo de los árboles.
Pero, como en todos los caminos, existen momentos de debilidad.

¿Llegaré a mi meta?
¿Habré salido de mi mundo por algo que merece la pena?

Ensimismada entre contradicciones y la luz anaranjada del atardecer, le vi.
Allí estaba, mirando el horizonte sereno, como si se sintiera capaz de alargar la zarpa y atrapar el sol.
Sin miedo a quemarse o a fracasar en el intento. Sin límites.

Sentía mis alas inmovilizadas, admirando su firmeza y serenidad. ¿Podría algún día un insignificante pájaro como yo ser como él?
Sin querer, me interpuse entre el sol y su mirada. Me miró. Ese magnifico ser, me estaba mirando a mí.
¿Qué pasa cuando consigues atraer la atención de león?
¿Puede existir alguna conexión entre un león y un pájaro?

Entonces, mirándome, el león rugió, recordándome que por mucho que él pudiera hacerme escuchar y tocar lo que verdaderamente llevaba dentro, jamás tendría alas para acompañar mi vuelo.





Sapere Aude.