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25 de noviembre de 2018

Mi historia con la agorafobia.

Hola, si has llegado a este blog por el título de la entrada, te tengo que dar una buena noticia, es posible salir de la agorafobia. Te voy a contar mi historia, y lo hago porque me prometí hacerlo. Me lo debo a mi yo del pasado, porque recuerdo estar ahí donde estás tú ahora mismo, buscando soluciones en Internet y no encontrar apenas historias de superación y, si las había, solía ser gente que había escrito un libro y te lo recomendaba. Tengo otra buena noticia, no te quiero vender nada. Sólo quiero compartir mi experiencia porque soy una mujer NORMAL (no esperes ninguna solución heroica) que consiguió superar a su propia mente, a su miedo. Porque al fin y al cabo es eso. Tu mente se ha rebelado contra ti mismo.

En 2015 estaba volviendo de la facultad pensando en cosas que quería hacer para sorprender a una persona cuando, sin motivo, se me aceleró el pecho y sentí la necesidad inmediata de querer escapar e irme a casa. Casi me desmayo. Seguí andando por vergüenza a que alguien lo notara pero con una ansiedad como nunca antes. Llamé a mi madre y a otra persona, no por consolarme o decírselo, si no por entretener mi mente. En mi mente algo había hecho crack y yo lo sabía, lo sentía con cada célula de mi cuerpo. Conseguí llegar a casa pero lo peor empezó cuando me di cuenta que lo que no conseguía... era salir.
Justo al día siguiente tenía un examen así que me tomé un enantium y para adelante (lo suspendí, obviamente).
¿Cómo había llegado hasta ese punto? Si estaba bien, feliz, aparentemente no me pasaba nada. Os adelantaré algo. A día de hoy aún no sé qué me provocó esa situación, puede que fuera un cúmulo de cosas y, sobre todo, que se me da súper bien pasar de lo que yo siento para estar pendiente del resto, pero no lo sé. Y supongo que tú puedes intuir por qué te pasa esto, pero tampoco tienes ni puta idea del motivo real. Pues enhorabuena, porque por mucho que te digan o que tu psicólogo se empeñe en buscar cosas intrínsecas, a veces no hace falta una razón concreta para que tu mente te diga "¡eh, chavalín, amos a calmarnos!".
Realmente creo que la ansiedad en sus diferentes formas es una manera de  nuestra mente de llamarnos la atención porque vamos a 1000 y sólo quiere un momento de relax. Y cuando digo mil, puede ser a mil de bien pero es mucha velocidad para tu mente y YA ESTÁ, no hay más.

Después de esto, uno de  mis mayores errores fue intentar apoyarme POR COMPLETO en mis seres queridos. Lo pongo en mayúsculas porque si leéis esto no quiero que me malinterpretéis. ¿Necesitas a tus seres queridos? Sí, por supuesto, completamente y sin dudarlo. Pero antes de eso, necesitas saber que más que a nadie te necesitas a ti mismo. Porque es una putada, pero la agorafobia no le da a todo el mundo ni le da de la misma manera. No te van a entender, intentarán apoyarte y tienes que conformarte y valorar eso. No te centres en "es que nunca lo entenderéis" porque  tienes que centrar ese empeño en las ganas de salir de ese agujero. Y si te digo una cosa, es mejor que tus seres queridos nunca te entiendan en ese sentido. Nadie se merece por lo que estás pasando.

La segunda parte de esta historia va de mi visita al psicólogo. No sabía cómo manejar esa situación y esa sensación de DESPERSONALIZACIÓN tan grande. Sí, me sentía fuera de mí, como si no fuera yo y como si viera todo más borroso de lo que es. Así que decidí ir al psicólogo que me recomendó una amiga. Lo más importante que saco de esa experiencia es que es verdad que el ataque de pánico nos lo podemos llegar a provocar nosotros mismos. Que es muy importante aprender a relajar los músculos. Inconscientemente cuando empezamos a pensar cosas desagradables y a tener pensamientos negativos en bucle apretamos los puños, la mandíbula, respiramos moviendo el pecho en vez de la barriga (que es el movimiento natural para respirar, fijaos en un perro, respira moviendo la barriga. Movemos el pecho en vez de la barriga al respirar porque lo aprendemos, a veces por parecer más estirados o más delgados. Lo sé, malditos cánones), en resumen, adoptamos unas posturas naturales de situaciones de peligro e invitamos a nuestro cerebro a crearse una situación de pánico inexistente. Y ayuda mucho fijarse en esas cosas cuando sientes que te pones nervioso, te ayuda mucho a controlarte.
Del resto sobre el psicólogo... No tengo nada bueno que decir. Esto no significa que no sea bueno ir o que no pueda ayudar a  otra persona. Sólo que si no te ayuda, no desesperes, es que es tan complicado que una persona (porque al final un psicólogo es una persona, de carne y hueso, no obra milagros) pueda entender un miedo que NO ES REAL. Porque para el resto de la gente cómo va a  ser posible que salir a la calle te dé miedo, ¿eres tonto? Pues más o menos así me sentí en la consulta. Como que no podía ser ese miedo, tenía que haber otras cosas detrás. Vale, pues no me estás ayudando. Me creaba estrés y malestar ir allí y ponerme a respirar en una silla sin saber qué me lo había provocado y esa persona intentando encontrar respuestas en mi vida sin atender lo que me preocupaba. Así que dejé de ir y decidí ir al médico de cabecera y contarle mi situación. Nunca había tomado ansiolíticos y me daba miedo hacerlo. Decían que enganchan y yo no quería ni admitir que  tenía que tomarlos ni engancharme a ellos para subsistir. Pero yo ya veía todas mis opciones agotadas así que me mandaron unas pastillas. Estuve un mes y tres semanas tomándolas y he de decir que fue la mejor decisión.
Habían pasado siete meses desde el primer ataque de pánico y yo había tenido dos más en ese tiempo. Veía el mundo desde un nivel de ansiedad demasiado alto, incluso pensaba que me estaba volviendo loca y esto me ayudó a ver las cosas desde un nivel muchiiiiiiiísimo más bajo y, lo más importante, volver a sentirme yo misma. Tomé un mes media pastilla al despertar y media al dormir y las dos semanas siguientes sólo media por la noche y la última semana un día sí otro no. Llevé ese tratamiento a rajatabla para no caer en tentaciones de recurrir a las pastillas a la mínima que la cosa se tuerza y creo que en esa fuerza interior reside la capacidad de no depender. Me tiré un tiempo llevando las pastillas conmigo a los viajes por pequeños que fueran. Pero a día de hoy puedo decir que sólo tomé pastillas ese tiempo y ni un solo día más. Es un apoyo, como una vacuna. Ayuda al sistema inmunitario contra un microorganismos pero es TU sistema inmunitario el encargado de hacer memoria y actuar cuando la cosa se tuerce de verdad.

La siguiente lección es que quiero que te conciencies de que un ataque dura máximo tres minutos. Sí, tal cual lo lees. Solamente tres. O incluso menos. Pero parecen infinitos. Así que te diré algo que ya sabes. Lo malo no es el ataque de pánico. Porque esa reacción, la mismitica, la has tenido cuando has sentido un terremoto. Pero el miedo a un terremoto lo entiendes, esto no, por eso tu mente se asusta y sigue buscando explicaciones y la única explicación que encuentra es asociar que ese ataque de pánico es por estar en la calle. Y aquí viene mi siguiente lección.

Un día que andaba por Internet buscando la milagrosa solución, encontré un estudio que me ayudó bastante, y espero que a ti también. Era sobre el miedo. Usaban ratas a las que daban calambrazos a la vez que le acercaban un objeto inofensivo. Al final la rata intentaba huir de ese objeto que no hace nada. Entonces dejaban de aplicar el dolor y tan solo acercaban el objeto. Las primeras veces la rata intentaba huir pero tenía paredes que le obligaban a interactuar con el objeto. Por lo que con el paso de los días la rata iba aclimatándose de nuevo a no sentir miedo por el objeto. Este estudio me ayudó a entender que no iba a poder superar el miedo a salir si no salía. Y yo tenía la determinación de superar esto (y asumo que tú también la tienes si estás aquí, porque quien busca soluciones es porque está dispuesto a sacar las ganas para realizarlas). Mi mente había asociado la calle (objeto inofensivo) al ataque de pánico (calambrazo) y tenía que pisar la calle e interactuar con ese objeto inofensivo para que mi mente volviera a entender que es inocuo.
Con esto no quiero decir que os lancéis solos a ese gran reto. Id a comprar con vuestra madre el pan en la esquina, saca a tu perro por tu calle, ve con tu hermana al gimnasio, con tu amigo o amiga a tomar  un café cerca. Ve pasito a pasito. Yo me ayudé de una app que se hizo famosa en ese momento: 'Pokémon GO'. Parece una tontería pero ayuda desviar la atención un poco para empezar (y mi psicóloga decía que no...). Ponerte los cascos con la radio escuchando al hombre o mujer que habla, ir en bici en vez de  andando te obliga a concentrarte en pedalear y no caerte... Lo que a ti te sirva para mantenerte en la calle. Tienes que salir y te aseguro que tu mente se irá relajando y, consecuentemente, tú.

No sabría decir el día que dejé de sentir miedo, simplemente empezó a haber días que no pensaba tanto en eso, días en los que  no me acordaba y días como los de ahora. Pero sé que mal lo pasé los siete primeros meses y que en superarlo totalmente pasó un año más. Así que en total pasó cerca de un año y medio de duro trabajo por mi parte. Nadie te va a regalar nada, ni tus intensas búsquedas en Internet te van a dar la milagrosa solución que desesperadamente quieres. Espero que eso te quede claro en esta historia. He viajado a Polonia, Canarias, Ámsterdam, Italia... Con amigos y no he llevado ni pastillas. Después de superarlo he pasado por situaciones traumáticas como traiciones de personas en las que confiaba ciegamente y pérdida de seres queridos por suicidio y no he recaído en ese agujero de la agorafobia.

Se puede. Se puede salir de esa barquita que sientes a la deriva y sin tierra firme a la vista. Se puede y yo soy un ejemplo de ello.

Si has llegado hasta aquí, quiero decirte que este no tiene que ser el final de la historia. Puedes continuarla tú contando tu experiencia y ayudando a ver la luz al final de túnel a muchas personas. También puedes preguntar lo que necesites. Yo estoy aquí y creo que  puedo entenderte, he estado donde tú estás y sí, es una putada y una putísima mierda. Siempre he pensado que las cosas de la mente no es como perder una pierna o un brazo, y no estoy dicienndo que sea mejor o peor, si no que las cosas de la azotea no se ven. Es más difícil que te ayuden o empaticen si no han pasado por lo mismo. Nadie te manda a rehabilitación, nadie te habla para preguntar cómo sigues. No se ve. Pero lo bueno es que nos vemos entre nosotros y podemos apoyarnos. Ojalá esto sirva, aunque sea a una sola persona.

SE PUEDE.

12 de octubre de 2018

Ella.

No le contaba sus secretos a cualquiera. Pero cuando confiaba en alguien, era el tipo de chica que daba más de lo que tenía en una sola apuesta. Que por esas apuestas que nunca se cansaba de hacer, tenía endeudado el corazón. Era la típica niña etiquetada de pija que te sorprende bebiendo a bocajarro del litro. Que prefiere una cama improvisada en cualquier lugar que los lujos de una habitación de hotel. La que escucha a Astola y Makandé tirada en la playa después de dos días sin preocuparse por el resto del mundo.
Esa chica llena de miedos y que aún así parece que va a comerse el mundo sonriendo. Que jamás dudarías de esa sonrisa, pues ha actuado en todos los escenarios que la vida le puso delante.
Era una de esas chicas que te medían y retaban a superarte para sentirse a su altura. Que te hacían mejor.
Esa chica que contiene la respiración para no perderse ni un momento del último aliento que el sol le regala al atardecer. Que pide un deseo justo cuando el sol se esconde en vez de esperar a que pase una estrella fugaz. Porque ella es de armas tomar en vez de esperar a que algo ocurra.
Esa chica que bajo un sol de justicia es capaz de erizar su piel sólo porque en sus ojos se refleja algo bello. Que se cree menos inocente de lo que realmente es. Que canta a pleno pulmón mientras conduce y se ríe de su voz de gallo. Que sabe lo importante que es reírse de una misma.
Esa amante de la naturaleza, de lo instintivo y sin intención.  Adicta a esa pasión y desenfreno, a esa sensación de estar viva. Esa chica que si confía se derrite en tu cara y no pone límites, pero que es capaz de congelar el mar embravecido que lleva dentro si se siente traicionada.
Esa chica que sabes que cuando tiene una idea en la cabeza, sacrificará todos sus esfuerzos en conseguirlo. Y aún así, hablarás mejor de sus logros que ella misma, por esa maldita exigencia suya. Que siempre será su hándicap, pues gracias a eso, ve allí donde nadie mira. Puede hacer brillar cada batalla librada en tu pequeña historia de vida, haciendo que te valorares de otra manera.
Que siente que le queda tanto por aprender y vivir, que teme que la vida le quede corta. Tal vez por eso siempre quiere hacer vivir a todos los que quiere lo que a ella le hace feliz. Y, sin que te des cuenta, estarás a su lado cerrando los ojos y sintiendo el mar. La brisa en tu pelo y ese olor en tu nariz. Escuchando el castañeo bajo el mar. Riendo por la ilusión que le hace encontrar ojos que la miran escondidos en el fondo. Reflejando en tus ojos el sol casi apagado en cualquier mirador. Tumbado de la risa en una carretera sólo porque ella no se levanta y quiere que mires el mundo del revés. Acariciando algún cachorrito porque te contagia esa inocencia suya. Sabiendo que no hay nada más valioso que unas arrugas bonitas en los ojos, por sonreír.


6 de enero de 2018

Calienta-Corazones

La arena es tan fina que tus pies se hunden en ella sin dejar rastro. Y así es como te sientes, incapaz de dejar huella. Caminando sin saber muy bien si ya has pisado ese camino, sintiéndote más perdido que nunca.
Que tienes ganas de encontrar un oasis donde esconderte del sol que te quema la piel, marcando aún más tus cicatrices. Que por haber puesto la mano en el fuego por algo en lo que creías, ahora necesitas un río de sentimientos donde aliviar las quemaduras.
Un lugar lejos de tu palacio de cristal, donde todo es visible a otros ojos. Donde no haya espacio para pasillos con cuadros de recuerdos y la sencillez sea la primacía. Pues te sientes tan minúsculo por dentro que sólo quieres guardar lo esencial o terminarás saliendo por las ventanas de tu alma. Que ya no hay castillos, ni mucho menos príncipes o princesas, que ya sólo quieres ser nómada, allí donde tus deseos y no los de otros, sean órdenes para tus pies.
Y salir con los zapatos más altos, para evitar que otros puedan tocar el rojo de tus labios, en un intento por quedar a suficiente altura y escapar de las manos que quieren tocar tu corazón. Pisando con fuerza para que el eco de los pasos callen los recuerdos que te persiguen.
Y desde aquella altura, sientes ese vértigo que te aprieta el estómago,  como el miedo a no saber qué te espera después de que algo que te importa... acabe.
Y ojalá pudiera maquillar las heridas de tu corazón, que nadie sepa que ya has sufrido. Que ya no sabes si fue la llave que unas manos indecisas perdieron o la cerradura que alguien descuidado rompió, lo que dejó tus sentimientos encerrados.
Que te llaman calienta corazones, porque quemas la piel, los labios, las entrañas y las ganas con rabia en la cama y desapareces... dejando solo y desolado un corazón ardiendo por ese hielo, que a veces quema.