UA-67133534-1 Livesmiling.: 2021

21 de diciembre de 2021

Siempre miras al futuro o al pasado. Vivir en el presente supongo que acojona. Tomar decisiones. Equivocarse.
Antes de empezar algo imagino cómo va a terminar. Por miedo. Por ese acojone a cómo voy a hacerlo. Cómo voy a sentir. Llegaré a ese mínimo que me exige la situación? 
Y mi cerebro mientras tanto: Así puede terminar. Si haces un Dr. Strange e imaginas todos los supuestos, dolerá menos, no?
Y sin querer, acabas atrayendo tus miedos. Esas ansias de controlar todo no te dejan fluir, sentir. Te mides y te atrapan las líneas. Porque los líquidos se adaptan a las fronteras que te pones. Si lo encauzaras no estarías tan atrapada, fluirias. Pero siempre da miedo dejarse llevar a un lugar desconocido, sabiendo tanto. Tantos daños. Tantas historias sin final feliz nos rodean.
Hay tanta información de fracasos, traiciones, desamores, finales. Que por qué vas a tener tú suerte. Tú. Imagina.

30 de noviembre de 2021

Hay veces que, cuando estoy mal, me doy a mí misma un tiempo concreto para estarlo. Como cuando tus padres te decían: "Tienes una hora para jugar a ese videojuego". Me he convertido en mi madre más exigente. Esa fustigadora innata que no se permite estar mal. 

Como si la vida fuera un videojuego. Que podemos aprender las teclas y los trucos para pasar de nivel. Como si tuviera las siete vidas de un gato, que no me duelen la balas, que borro la partida, que revivo para volverlo a intentar.  Siempre quise ser streamer. Me decían que tengo gracia para eso. Por eso la vida se ríe, ya no sé si conmigo o de mí.

23 de noviembre de 2021

A canto y a cal

Los corazones tienen eso. Que a veces se cierran, a canto y a cal. Y tiran la llave sin siquiera preguntarte. No vas a tener derecho a sentir hasta que él lo decida.

Encerrado, en ese corazón lleno de pasillos, te das cuenta de que algunos duelen. Y entonces eres tú quien decide cerrar algunas de esas puertas. Y tirar dentro algunos recuerdos, empujar hasta cerrar. Porque ojos que no ven. 
Sientes.

Las heridas del corazón se parecen a las que te hacías de pequeño en las rodillas. Cuando parecen estar cerradas, doblas una esquina y se abre. Porque era el pasillo equivocado. Y paras en seco.

Y te das cuenta de que tu herida también pide que pares. Que no está bien. Y que esas ansias de no parar, te hacen sangrar.

Como si el mundo pudiera pararse. Y gira y gira. Supongo que los bajones son la única forma de eso, de bajar un rato, de tocar el suelo porque estás mareado.

Y ahí, en el suelo, es donde puedes mirar tu herida. Hola. Supongo que tenemos que cuidarnos. 


16 de octubre de 2021

Supongo que yo soy de las que prefieren romperse. Como si cada cachito separado fuera difícil de romper más. "Ya no hay más dolor que éste" así que, comprobémoslo cuanto antes. Y aquí me hallo, rota y repartida, un puzzle de esos de miles de piezas. Si alguien quisiera entretenerse en armarme y colgarme en su cuarto, se decepcionaría al descubrir que me faltan trozos. Y lo malo es que sólo te das cuenta al final, cuando ya es demasiado tarde para no empezar.

Y ahí estás, construida y rota. Supongo que ahora entiendo a los artistas y su habilidad para pintar cosas rotas. El arte se parece a la sensación que causa un volcán. Si lo piensas en frío, te da pena toda la destrucción que causa, pero en el fondo te conmueve la belleza de esa tinta roja. Y es que el arte nace de esas grietas, que sangran, de personas construidas-rotas, esa tristeza bella.

Normalmente las personas no son masocas. No quieren que les hagan daño. Pero un artista, en un fondo que no tocará ni verbalizará, lo busca. Busca ese martillo que destruye un cristal, que raja una piel. Ya tiene tinta. 

El arte es tan egoísta que sólo así te encuentra. Porque cuando tienes tiempo de pensar en otra cosa no le interesas. Sólo así, sangrado y malherido, pensando en sobrevivir, como si ese cuadro, libro, poema, letra fuera tu único antídoto. 
Por eso los artistas se refugian en la música, los museos, los libros... Para sentir que su dolor no es tanto. Ese mal de muchos. Tontos.

¿Cuántas letras puedo sangrar antes de apagarme? Ahí está la cuerda floja, el equilibrio entre crear o caer. La línea de vida en este juego se define por saber cuándo parar. Cuándo buscar el hilo y cerrar la herida. Tengo tantas heridas que creo que en alguna ocasión usé ese hilo del que tanto se habla. Ese que te une a tu alma gemela. 

Por lo que, generalmente, las personas que se consideran artistas podrían definirse así: rotas, piezas perdidas, sangrantes, masocas, heridas. Si lo piensas en frío da pena, pero si ves su creación, les tiendes un martillo. Volcanes.

Siempre he pensado que hay dos tipos de personas. Y yo siempre quiero ser la otra. Porque el inconformismo es una forma de vida. Una filosofía. Si pudiera sentarme en un sofá mullido o uno lleno de clavos, seguro que echaría de menos los clavos. Porque mi cerebro es una centrifugadora, se mide en revoluciones por minuto. Y cuanto más rápido va, más precipita. Porque caer es la única manera de sentirse seguro. O eso pienso yo, que siempre estoy mirando al precipicio. Crear o caer.

Cara o cruz. Dicen que si lanzas una moneda, antes de que caiga sabrás qué quieres. Yo antes de que caiga sabré que echaré de menos algo de la otra cara. Las decisiones tienen eso. Lo único seguro es que siempre se pierde algo. Y de ahí las piezas que no encuentras. Puzzle incompleto.

Y de ahí los falsos rellenos. Como si aguantar la respiración fuera a acostumbrarte a la sensación de falta de aire en un ataque de pánico. Como si un balón o una mancuerna pudiera sustituir los recuerdos. Los hobbies parecen cómodos, pero siempre tapan agujeros incómodos. Siempre parecen perfectos para esa persona. Normal, si es justo la pieza que le falta. Todos guardamos el secreto y lo hablamos bajito, porque si alzamos la voz podría entrar en resonancia. 

Siempre he pensado que guardamos secretos porque creemos que así somos más bellos. Como si fueras una caja y sólo si guardas cosas dentro puedes envolverte de papel colorido y ponerte un lacito. Mírame, tengo algo dentro, algo especial, ábreme. Lo bueno de guardar bien los secretos es que puedes convertirte en objeto de coleccionista. Nunca te abres porque así vales más. 

Como las personas que apuestan mucho dinero por contenedores abandonados. Creyendo que valdrá la pena. Por eso es bueno mantenerse ahí, a la expectativa. Sin abrirnos. Que suba la apuesta. Porque nuestro cerebro es un optimista y un cachondo que tiene el don de imaginar todo mejor de lo que es. Y nadie quiere decepcionar, así que compra el papel más bonito, los filtros más bellos, la camiseta más cara.

Estamos rodeados de juicios. Tantos, que es inevitable ser condenado culpable en algunos. Y así andamos, bailando al son de las cadenas que arrastramos. Nos parece normal y armónico. Porque hacen falta 21 días para coger una costumbre. Y estas cadenas llevan siglos con nosotros. Demasiado maquillaje. Demasiado delgado. Qué poco pecho. Qué falda más corta. Poco pelo. Demasiado atrevida. Qué tímido... Y todos bailamos. O vemos el fútbol. Que nunca nos quiten la pelotita, vayamos a que alcemos la vista. O la voz y entren en resonancia las cadenas.

Pero igual que condenados, nos gusta vestir toga y martillo. Y si queréis conocer a alguien, sentaos a escuchar cómo ejerce de juez. Porque lo que Juan dice de Pedro... Y porque es mucho más fácil hablar en tercera persona que de uno mismo. Es como ver una película romántica y llorar cuando se separan los protagonistas. Cuando no eres capaz de llorar por tus propias perdidas. O criticar la capacidad de otros para hacer algo diferente, cuando en tu yo interno desearías ser tan valiente. Siempre he pensado que la crítica es la expresión del deseo reprimido. 

A veces, fantaseo que tengo un accidente. Nada importante. Pero todos vienen a verme y preguntarme cómo estoy. Anhelamos tanto ese interés. Porque hay dolencias que no se ven, son como el cáncer. No dan pena hasta que los ves sin pelo. Menos mal que no tengo maquinilla. Ahora luzco melena. Dicen que adorna. Porque como habíamos dicho, adornarse es importante.


9 de agosto de 2021

Dos palabras.

Siempre pensé que un te quiero ha de decirse en un sitio bonito. En un momento adecuado. Pero a mí se me atasca en la garganta en cotidianidades. 
En sus ojos mientras me habla de lo que le gusta. De su pasado. De sus miedos. Como si fuera una tirita con la que quiero curarle. 
Incluso cuando no está y aparece. En ese atardecer que quiero que vea. 
Y lo imagino. 
Y me sale. 
Dospalabras.

27 de mayo de 2021

Olores

Ojalá te hubiera dicho que no se pueden besar unos labios llenos de cicatrices. Que tengo más armadura que piel. Que mis ojos son felices cuando te miran y que sólo a través de ellos puedes ver lo que me pasa realmente. Que nadie me ha hecho sentir(te) tan intensamente. Que no puedo sonreír si no lo siento. Que nada me cuesta decir lo siento. Y lo siento. Y te siento.
Y a lo mejor lo que siento es un olor para ti.
Eso explica muchas cosas.
Parece que va a llover.

18 de mayo de 2021

Suspiro

"Sólo tengo que desear las cosas para que pasen"
Y me pasaste
Supongo que te deseaba
Ahora
Mi cabeza llena de tus pasos
Tocan mis pensamientos
Vuela una idea
"Un suspiro contigo valdría mil errores"
Contigo

Regalo

 Te regalo el derecho a odiarme

Envuelto de recuerdos

Lazo de tus brazos





Cobar(de)

 de tus besos

 de tus abrazos

 de los mensajes que no envío

 de tus pozos

 del viento del que protejo mis velas

 del no dejarme llevar

 del vaivén de la duda 

dejarnos






Colores

 Lo bueno de no sentirte, es que te anhelo menos. 

Ese tintineo que me despertaba, que goteaba en mi mente queriendo alterar mis aguas, ya no está.

Inundando pasillos de mi castillo de cristal que creía secos. Limpiando cuadros de recuerdos llenos de polvo(s).

Qué bonita era la vida mojada en la paleta de tus colores. Pintaba mi mirada de los matices del atardecer.

Azul claro

Amarillo

Naranja

Rosa

Azul oscuro

Negro


Oscuridad.


Supongo que fuimos un poco atardecer, tú y yo.