UA-67133534-1 Livesmiling.: marzo 2016

24 de marzo de 2016

Promesa de dedo meñique.


Para mí siempre tuvo mucho significado las promesas que se hacen con el dedo meñique. Hace poco descubrí que éste tiene una vena que conecta directamente con el corazón. Y las cosas del corazón no pueden mentir. El amor, los latidos acelerados por la adrenalina, la tristeza, la esperanza...
La leyenda del hijo rojo cuenta que dos personas siempre van a estar conectadas por un hilo que parte de sus dedos meñiques, conectando sus corazones y que da igual el tiempo que pasen separados. Siempre hallarán el camino, por muchos nudos que se interpongan entre ellos.



3 de marzo de 2016

Abre los ojos.

Despierto de una noche de fiesta y descubro que no tengo la cartera, el móvil no se enciende y me quedan 40 minutos para llegar a prácticas. Con las prisas se me olvida la bata. Las prácticas son con agentes microbianos peligrosos, no me dejan entrar si no tengo una. Como el móvil está apagado no consigo contactar con mi amiga para devolverle un libro que necesita. Cuando por fin consigo un móvil para llamar a mi chico, me dice que ha tenido un accidente de coche y que no ha sido nada, aunque yo sé que sólo lo dice para tranquilizarme. No puedo verle porque está lejos. Decido ir al gimnasio para calmarme y me encuentro que hay más gente que nunca. Cuando voy a salir está lloviznando y he traído la bici. Me monto en ella y tengo un resbalón en la primera curva por culpa de un impaciente que no esperó que el semáforo pasara a verde. Llego a un paso de peatones y me paro junto al resto de viandantes esperando que el semáforo se ponga en verde y me pongo a pensar.
Vaya mierda de día.
Vaya mierda de móvil.
Vaya mierda de prácticas.
De accidentes, de gimnasios, de lluvia, de bicis, de impaciencia... El semáforo cambia de color y todos, menos una muchacha que mira al frente muy fijamente, comienzan a andar. Lleva un bastón extensible en las manos. De repente mis preocupaciones pasan a un segundo plano. Ha llegado hasta ahí sola. Con las farolas en medio de la acera, con impacientes que se cruzan a su alrededor, con bicis que sortean su bastón mientras lo arrastra de un lado al otro. Y ahí está. Parada a mi lado. A mi misma altura. Miro atrás en mi día y puedo verlo todo con otros ojos. Es curioso. Que relativo es todo si abrimos los ojos y me lo ha tenido que enseñar una invidente.
Me bajé de la bici y me acerqué a ella para ayudarla a cruzar el paso de cebra. Me dijo gracias cuando acabamos y yo pensé que la que debía decir gracias... Era yo.