UA-67133534-1 Livesmiling.

3 de septiembre de 2022

Bucles.

Sí, hay cosas del pasado que si las analizo me podrían encajar en el presente. Pero me da miedo. Y también vergüenza.

Y todos sabemos que una de las cosas que más me importa porque me han educado así es la apariencia.
La niña buena me lo exige, que no te tengan pena. Porque entonces tú te tendrás pena y eso te da vergüenza. Es un bucle perfecto. No quieres sentir lo que tú sentirías si alguien te contara lo que tú tienes por contar.

Redundancias varias.

 En terapia he aprendido que cuando algo me duele de verdad lloro, aunque no quiera. Aunque no sepa o no crea que eso me duele, las lágrimas me salen solas. Como ahora. Y me da rabia sentirme débil, admitir estas cosas me matan. Matan a mi ego.

Y volviendo al principio, al final puede que haya mecanismos del pasado que me encajan ahora.
Me da pánico tocar esa caja llena de polvo en mi cabeza. Tengo la sensación de que el monstruo de dentro podría conmigo. Por eso nunca quiero traerla a mi presente. Pensar que me puede estar llevando a actuar de una manera u otra. 

Ahora cuando me pasa algo que me raja por dentro me desactivo. Dejo de sentir todo. Y supongo que busco en el riesgo sentir cosas porque no sé dónde encontrar mis sentimientos. Creo que los secuestra esa caja sin que yo me dé cuenta. Y como yo no la quiero abrir, ahí se quedan. Secuestrados y a oscuras, los pobres, por ser yo cobarde.

Estoy en una habitación a oscuras buscando un interruptor dentro de mí, y se me da mal pedir ayuda. 

18 de agosto de 2022

Rabito.

Es extraño. Volver a un lugar donde hace mucho que fuiste feliz, siendo otra. Me embarga la incertidumbre de cómo será. Si me manchará los recuerdos felices. Las expectativas fueron el peor invento de Lucifer. Y después de ellas van las exigencias, que supongo que son las expectativas para con uno, así que más mierda del mismo montón.

Cuando no puedo dormir, como hoy, Haku lo nota. Viene a verme y me mueve el rabito porque sabe que lo estoy viendo, porque no está bien lo que viene a pedirme. Y posa sus patitas en la cama, esperando a que le deje subir. 

Lo admito, las cosas a escondidas siempre me han gustado. No porque me guste ser mala, si no por la adrenalina. Las personas como yo, que hemos sido educadas para ser correctas "no seas tan efusiva, no te enfades tanto, no llores tanto, no ... tanto" estamos reprimidas, hay algún interruptor que apagamos en algún momento por #honraralospadres y ahora con la luz apagada ni vemos ni encontramos lo que sentimos. Por eso cuando la adrenalina te embarga no hace falta buscar, sientes. Y eso me hace sentir viva. 

Pero las emociones fuertes son como drogas. Está genial cuando corren por tus venas pero cuando tu cuerpo las procesa y meas, viene el mono. Y esa horrible sensación de que algo te falta. Y lo buscas como un puto drogadicto. Y te culpas por querer mover el rabito a dos mil. 

Así que sí, Haku está conmigo en la cama. 



10 de julio de 2022

Luces.

A veces me hago regalitos a mí misma. Me regalo paz mental decidiendo cosas muy incómodas y que a una parte de mí no le gusta porque siempre quiere agradar. 
Me regalo autoconocimiento. Es algo que considero súper difícil. Estar con uno sin pensar en el siguiente plan, en el trabajo, en lo que piensan los demás.
Siempre pienso qué esperan los demás de mí. Qué necesitan de mí. Así evito preguntas que me pueden incomodar. Quién soy yo? Qué quiero yo? 
La verdad es que a mi exigencia le molesta que no sepa las respuestas a esas preguntas. Me es más sencillo analizar cómo se está sintiendo una persona que saber cómo me siento yo.
Supongo que sentir cosas negativas le incomoda a cualquiera. Es más fácil refugiarse en el ruido, en el momento futuro, en el sentimiento de otra persona que enfrentarte a tus propias sombras.
Hace unos años decidí emplear tiempo en conocerme. Me está costando mucho esa transformación.
Ojalá encuentre las luces que necesito.

8 de mayo de 2022

¿Estribor o babor?

Tomar decisiones es de lo que más me cuesta en la vida. Me quedo ahí, pequeñita y asintiendo, dejando que los demás lo hagan por mí. Como si eso no me fuera a pasar factura. Ignoro mis deseos para respetar los del resto.
Me ha costado mucho tiempo ver que los momentos donde soy más feliz en mi vida es tomando los caminos que quiero recorrer. Los míos y de nadie más. Estoy harta de quedarme a esperar en la intersección para no hacer daño o no hacérmelo a mí, simplemente no haciendo nada, dejando que me empujen de un lado al otro mientras la rabia se me acumula.
Creo que vivir son esas decisiones que tomamos. Y tomarlas es lo que nos hace sentir vivos.

¿A babor o a estribor, marineros?

16 de marzo de 2022

Siempre he sido de ciudades de callejuelas. Supongo que las calles largas te dejan demasiado tiempo para pensar. Y hay personas a las que pensar demasiado no se nos da demasiado bien.

Y aquí ando, callejeando sin parar en la vía más larga, mi cabeza. ¿Cómo acallarla un segundo? 

A veces lo consigo, muy cerquita del mar, a la hora del rayo verde. Con el sonido del agua, miras al horizonte, pides un deseo, contienes la respiración y el parpadeo para no perderte el último rayito de sol. Ahí se para un poco mi mundo. En ese instante me quedaría a vivir. Por eso, si te llevo a ver atardeceres significa que te querría en mi vida. 

¿Vienes?

26 de enero de 2022

Tengo un recuerdo de un enero de hace mucho tiempo al que acudo como un refugio.

Fui a la montaña con mis padres y mi hermana para ver la nieve. Si no era la primera vez, era de las primeras veces que la veía. Allí hicimos un muñeco y nos hicimos fotos con él.

Tal era la inocencia y el amor que yo sentía por mi abuela, que yo había cogido un tarro y una venda de mi casa para llevarle la nieve envuelta en él. Yo creía que así no se derretiría.
Cuando llegamos a casa, le di el tarro súper ilusionada a mi abuela y me llevé una gran desilusión cuando lo abrió y sólo hubo agua dentro.

Creo que acudo a este cuadro del pasillo de mis recuerdos cuando me duele la vida, cuando me desilusiona.

Supongo que echo de menos esa inocencia. O quitar la venda que me rodea, ser más agua, y menos hielo.

21 de enero de 2022

Una vez me perdí. No en laberinto o en una ciudad desconocida. Me perdí. A mí. Me entregué tanto que cuando la otra persona se fue me quedé sin nada. Me avergonzaba cómo me veía. Creer que todo lo que hacía, lo hacía porque al otro le gustaba. ¿No tenía hobbies propios? Sentí que si hacía algo, la gente pensaría que era porque le echaba de menos. 
Desde aquel día me preocupé por construir unos cimientos que fueran míos y de nadie más. Tenía tanto miedo de quedarme desnuda de nuevo, de no reconocerme en mis actos. Siempre el miedo. Ese viejo amigo. El miedo mueve montañas, y también las construye. Y me construí una, que se llama Kuka y nada más. Creía que así sería feliz, que había salido indemne, que había conseguido llegar a la cima tras tanto dolor, tanta pena por mí. Pero las heridas grandes dejan cicatrices.
Mi cicatriz rodea mi montaña, me aísla y me cuesta crear puentes para compartirla. Ese es mi daño, tener miedo a que me vuelvan a robar. Mi Kuka soledad.