Encerrado, en ese corazón lleno de pasillos, te das cuenta de que algunos duelen. Y entonces eres tú quien decide cerrar algunas de esas puertas. Y tirar dentro algunos recuerdos, empujar hasta cerrar. Porque ojos que no ven.
Sientes.
Las heridas del corazón se parecen a las que te hacías de pequeño en las rodillas. Cuando parecen estar cerradas, doblas una esquina y se abre. Porque era el pasillo equivocado. Y paras en seco.
Y te das cuenta de que tu herida también pide que pares. Que no está bien. Y que esas ansias de no parar, te hacen sangrar.
Como si el mundo pudiera pararse. Y gira y gira. Supongo que los bajones son la única forma de eso, de bajar un rato, de tocar el suelo porque estás mareado.
Y ahí, en el suelo, es donde puedes mirar tu herida. Hola. Supongo que tenemos que cuidarnos.
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