UA-67133534-1 Livesmiling.: Con alma y corazón.

14 de febrero de 2013

Con alma y corazón.


¿Sabíais que las enfermedades cardíacas mortales afectan a más mujeres que a hombres? ¿Quién iba a saber eso...? Porque, al fin y al cabo, ¿a quién le importa?

Ella era una granadina normal en un 15 de mayo normal.

Esa mañana se había levantado, vestido e ido al colegio. Como era un día normal, llegó a clase y empezó a hablar con sus amigas de los quehaceres del día. El tema que más les inquietaba esa mañana era la prueba final de velocidad en educación física. Ella, como es normal, también estaba inquieta.

-Estoy nerviosa chicas, ya sabéis cómo es Leonardo de exigente para estas pruebas. Ni que su asignatura fuera la más importante...

-Alma, vas a atletismo, a natación,  baloncesto... ¿De verdad te pone esto nerviosa?

-Pero Alma, ¡si tienes la mejor marca del curso después de Jose!

Sí, era cierto. Él tenía la mejor marca, pero eso era justo lo que más me preocupaba. Los días de clase normal cada uno tenía  gimnasia a una hora distinta, pero para las pruebas finales, reunían a todo el curso para agilizar el examen. Puede que en un día normal, él no se percatara de mi existencia, pero cuando me toque correr hoy, sus ojos verdes se centrarán en mí.

Finalmente, no parecía un día tan normal.

Casi había llegado mi número en la lista cuando volvió a sonar el megáfono.

-¡Número 14!

Allí estaba él, tan guapo y sencillo como siempre. Se agachó a la espera del sonido del silbato. Parecía saber el momento justo en el que éste sonaría ya que salió tan coordinado al pitido como las agujas de un reloj de cuerda.

-¡Número 15!

Era el momento. Fui hacia las marcas y me agaché para ponerme en posición. Entonces vi sus ojos clavados en mí. Mi corazón se aceleró. De repente sonó el silbato y salí disparada como un pájaro al iniciar el vuelo.

Cuando corro nada importa. Sentir mi cuerpo trabajar, la sangre en mis venas palpitando y oír los latidos de mi corazón. Fue así, oyendo mi corazón palpitar, cuando caí al suelo y todo se volvió oscuro.

                                        *                                        *                                       *

¿Alguna vez habéis tenido un sueño que alcanzar? Yo soñaba con dejar huella haciendo lo que mejor sabía hacer, escribir. Servir de ejemplo para otros niños con sueños, como otras personas que lo consiguieron y fueron ejemplos para mí.

Pero llega un día en que te das cuenta de que siempre te despiertas en la mejor parte del sueño, porque al fin y al cabo son eso, sueños.
Entonces abrí los ojos.
Estaba rodeada de mi familia, una aguja se metía en la vena de mi brazo y un aparato en la nariz me ayudaba a respirar.

-¿Qué ha pasado?

Entonces todos se volvieron. Mi hermana llorando sin parar tuvo que salir con mi padre al pasillo del hospital y fue mi abuela con esa mirada siempre tranquila la que se acercó a mi cama y me dio un beso en la mejilla.

-Te desmayaste hace tres días cariño.

-Recuerdo estar corriendo en la prueba de gimnasia pero después todo está muy confuso. ¿Qué me ha pasado abuela?

Toc-toc. Giré la cabeza hacia la puerta y vi al doctor con intención de entrar pero con miedo de interrumpir una conversación importante, lo que resolvió mi abuela invitándole a entrar.

-Pase doctor.

-Gracias. Muy buenas tardes Alma, mi nombre es Óscar y soy el doctor que te atendió cuando llegaste al hospital.

Su mirada, la había visto antes.

-Te sentirás desconcertada y es normal después de tres días.

Fue en ese momento cuando leí la chapa que colgaba de su bata blanca: Óscar Márquez.  De repente me acordé. Tenían el mismo apellido. Esos ojos eran los de él. Ese doctor era el padre de Jose.
La máquina que estaba a mi lado aceleró el pitido que había sido tranquilo hasta entonces. Me costaba respirar y empecé a ahogarme.

-Eh, Alma, tranquila -dijo el doctor mientras apretaba un botón que liberó algo en la sangre que
tranquilizó mis pulsaciones de nuevo - tienes que intentar no alterarte, tu corazón está muy débil.

-¿Mi corazón?

-Sí, padeces la llamada Anomalía de Ebstein.

-¿Es tan malo como suena?

-La Anomalía de Ebstein es una enfermedad del corazón que provoca una deficiencia en el riego sanguíneo, que, en el caso de no ser muy grave, no se detecta, pero que puede empeorar con el paso del años hasta pasar lo que te ha pasado a ti. Es un caso especial el tuyo, ya que suele manifestar sus síntomas a edades muy tempranas y sin embargo tú ya tienes 17 años, por lo que las consecuencias para tu corazón han sido también desastrosas, te hemos puesto en lista de espera para hacerte un transplante de corazón.

Fue en este día normal, en el que me había despertado e ido al colegio como hacía normalmente cuando dejé de ser una chica normal.

A partir de aquel día empezó a importarme que las enfermedades cardíacas afectaran más a mujeres que a hombres, que España es el primer país en donantes de órganos, que el grupo de sangre más raro es AB- y que mi nombre, Alma del Real Ferrer, subía o ascendía en una lista interminable. Los sueños que tanto me habían importado hasta entonces pasaron a un segundo plano y mi adolescencia se fugó como gato en un callejón oscuro.

Todos mis amigos me visitaron, e incluso Jose pasaba a verme de vez en cuando y resultó que sí que sabía mi nombre. Al cabo de una semana, cuando todo volvió a relajarse y las visitas disminuyeron, mi abuela me preguntó:

-Ese chico alto de ojos verdes te gusta, ¿verdad, pequeña?

-¿Tan evidente es abuela?

-No. Pero a los ojos de una abuela que te ha visto crecer, tal vez sea más fácil de descubrir.

-Jaja, sí, tienes razón, pero no debería de sentir nada por él. No está bien.

-¿Por qué no?

-No sé. La única verdad que tengo presente es que nunca se enamorará de mí.

-Cariño, tienes que ser paciente en el tema del amor, la única verdad está en el corazón.

-¿Y qué pasa cuando el corazón te falla?

Mi abuela se calló y nunca más volvió a hablarme de ser paciente ni de cosas a largo plazo.
Pasaron dos meses hasta que un día que andaba por la habitación entró mi madre con ojos vidriosos.

-Alma ha llegado tu corazón.

Empecé a sentir un fuerte dolor en el pecho y a marearme. Lo último que vi antes de caer al suelo fue a mi abuela con los ojos cerrados en una camilla empujada por enfermeros.

Todo fue muy confuso. Estaba en quirófano y vi a mi abuela a mi lado en una camilla pálida e inmóvil. Oí a la anestesista diciéndo que me despertaría aturdida, que vería una pared blanca y que contara de diez hasta cero. Justo antes de llegar a cero escuché al doctor hablar.

-Aunque la noticia del ictus cerebral haya sido desastrosa para todos, es una suerte que la abuela sea compatible con Alma.

Entonces me sumí en el sueño más profundo de mi vida.

                     *                                                 *                                                  *

Pu-pum.

Me dijeron que lo primero que vería al despertar sería una pared blanca, pero yo la estaba viendo a ella.
Su mirada despedía serenidad y era capaz de tranquilizar los ojos de esa niña que la miraba.

La vida parada a mi alrededor y sin embargo las manecillas del reloj que colgaba de su cuello seguían girando... Pero nos pasa que nos acostumbramos a ello, a ver las vida pasar, nos educan para eso, para acostumbrarnos a lo que hay. Pero a ella eso no le molestaba, siempre que tuviera tiempo para estar con su nieta.

Pu-pum.

La pequeña estaba sentada en sus piernas y cogió su reloj. Comenzó a balancearlo delante de los ojos bien abiertos.

"Abuela cuando me hipnotice pregúntame cómo seré de mayor, ¿vale?"

Ella se rió, pero sus ojos denotaban cierta añoranza. Ver en ese cuerpecito lo que ella fue y saber que esa niñita quería saber lo que sería, cuando podía descubrirlo sólo con devolverle la mirada.

"Pero niña, ¿no prefieres esperar a descubrirlo?"

"¡Es que yo quiero saberlo ya!"

Al cabo de una hora con el vaivén del reloj la pequeña empezó a ponerse triste porque no funcionaba, decepcionada, soltó el reloj.
Porque al fin y al cabo, la vida es eso, decepciones de las que se van aprendiendo. Y aunque ella aún era muy pequeña para darse cuenta, eso sería lo que derrumbaría su castillo de inocencia para levantar las murallas que algunos llaman madurez.

Pu-pum.

Entonces la mujer se levantó y volvió con un rosario de cuentas negras y se lo puso en las manos a la niña.

"Cuando pidas un deseo tienes que rezar a Jesús para que él lo cumpla por ti."

La niña ilusionada, cogió aquel collar de perlas y lo observó pensativa. Luego levantó la cabecita y la miró.

"¿Deseo que Jesús me diga cómo seré de mayor?"

"Pero hija, ese no es un buen deseo. Es tu futuro, ya lo descubrirás, todo llega. Y estoy segura de que el tuyo será precioso."

La niña volvió a mirar el rosario.

"Abuela."

"Dime preciosa."

Entonces la miró a los ojos.

"¿Me prometes una cosa?"

"Lo que tú me pidas mi vida."

"Tú nunca te vas a morir ¿verdad?"

"Pero cariño, yo algún día tendré que ir a ver a mi madre, ¿no crees?"

"Bueno, podemos ir juntas a verla y después volver. De todas formas, ya no puedes hacer nada, se lo voy a pedir como un deseo a Jesús."

Pu-pum.

Recuerdo que mi abuela siempre me animaba a conseguir todo lo que quería. Recuerdo que mi abuela rezó conmigo aquella noche y sobre todo recuerdo que me prometió estar siempre junto a mí.

Entonces entendí que ese recuerdo de mi infancia con mi abuela me hablaba y me decía que era verdad, que ahora mi abuela siempre estaría junto a mí en cada palpitar.

Pu-pum.


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