Y aquí ando, callejeando sin parar en la vía más larga, mi cabeza. ¿Cómo acallarla un segundo?
A veces lo consigo, muy cerquita del mar, a la hora del rayo verde. Con el sonido del agua, miras al horizonte, pides un deseo, contienes la respiración y el parpadeo para no perderte el último rayito de sol. Ahí se para un poco mi mundo. En ese instante me quedaría a vivir. Por eso, si te llevo a ver atardeceres significa que te querría en mi vida.
¿Vienes?
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